viernes, marzo 17, 2006

Mi reino por una cabeza

"Hielo en una bolsa, evitan el olor de la putrefacción,/ la cabeza de mi amigo nunca tuvo educación."




Quiero la cabeza de Alfredo García (Bring me the head of Alfredo García, 1974), de Sam Peckinpah

Los ilustrativos versos con que he comenzado esta humilde revisión fílmica, pertenecen a una canción de los inclasificables Def Con Dos, cuyo título coincide, no arbitrariamente, con el título de la película que nos ocupa.
Para quienes me conocen lo suficiente no será un secreto, los demás se enterarán ahora: siento una debilidad muy especial por el cine de Sam Peckinpah. Su universo decrépito, ultra-materialista y autodestructivo, síntomas del nihilismo llevado a sus últimas consecuencias, se contrapone en sus películas con uno o varios personajes que podríamos llamar perdedores, almas vencidas, "loosers", completos antihéroes. Estos seres malviven en el sórdido mundo que les ha tocado vivir: a menudo, son viejos o jóvenes pistoleros, que, con abundante cargas de nostalgia, se dan cuenta de que al "far west" le está llegando su hora, que los valores de dignidad y lealtad sobre los que construyeron sus vidas están derrumbándose; normalmente, esos pistoleros no son grandes personas, en el término estricto de la palabra (olvidemos el caso de Duelo en la alta sierra), son bandoleros, asesinos a sueldo, hombres violentos; a menudo, sentimos cariño, piedad y nos identificamos con esas víctimas del tiempo, vagabundos en el crepúsculo. Porque son gente derrotada desde el principio, son los inadaptados, los perseguidos, son aquellos cuya única vía de existencia posible es tomar las armas y abrir fuego mientras, poco a poco, van sintiéndose acorralados por un mundo que deja de ser el suyo al ritmo de la locomotora.
A veces, los mundos que contrapone Peckinpah no son el Viejo Oeste y el advenimiento del orden contemporáneo. Éste es el caso de Quiero la cabeza de Alfredo García, en que la antaño tranquila vida fronteriza va convirtiéndose en un infierno poco a poco.
Bennie es un pianista en un decadente antro situado en la parte mexicana de la frontera con Estados Unidos. Cansado de esa vida de derrotas, un día ve la oportunidad de ganar dinero fácil, tomando para unos hombres misteriosos el cráneo del manido Alfredo García. Así comienza su ¿aventura?, en la que lo acompaña su novia, cargada de sueños, de la esperanza de una vida mejor, lejos de la ruina que siempre ha parecido perseguirle. Sin atenerse a ningún tipo de valor, decide ir a buscar a ese tal García, hacerse con su cabeza de una vez y tornar reales sus proyectos.
Pero nada es tan fácil como parece. La hija adolescente de un cacique mexicano se quedó embarazada de García, y quienes le encargan la misión a Bennie no son sino muchos de los hombres que están tras la millonaria semi-esfera.
Así, mezclando la road-movie con el thriller, Peckinpah nos lleva de viaje por el sombrío Hades de la naturaleza huamana. Presenciaremos una exhumación, numerosos tiroteos, una historia de amor entre dos almas al borde del abismo, explosiones de violencia -nunca gratuita- al más puro estilo "Bloody Sam".
Sin embargo, como en casi cualquier película de este director, el personaje, cuando ya ha perdido lo poco que le quedaba (el único amor de su vida), se convierte en una especie de sombra que se condena a sí misma a la inmolación, pero a su vez, a la redención. El film, de imágenes sucias, cuerpos sudorosos, polvo, sangre seca e ándose en su segunda mitad cada vez más paranoico, hasta llegar al punto de que veremos a nuestro protagonista tener largos monólogos con la cabeza putrefacta, que se convertirá en un símbolo de sus pecados pero también en la concienciación de la dignidad necesitada por los hombres, convirtiéndose en el único, y último, amigo de nuestro desgraciado héroe .
Y es Alfredo García, personaje que nunca aparece (vivo), el máximo exponente del mundo porque el que ruedan los protagonistas: un hombre que proviene de un pueblo del México ancestral, pero que no ha podido evitar codearse con caciques y sus hijas, hinchar su vida a tequila y obtener una muerte tosca y degradante: nada más ni nada menos que una representación del mundo infecto en que vivimos.
El resultado final es una película trágica, pesimista, abundante en escenas y diálogos difíciles de olvidar, ya sea por el lirismo suave o violento (depende de la ocasión) con que el maestra Peckinpah sabe impregnar su cine. No le faltan instantes enfermizos, ni un ocasional humor malsano y amargo. Y luego está, por supuesto, Warren Oates, impresionante como nunca, acompañado de la tristemente célebre Isela Vega, que esta vez consigue estar conmovedora (digo "tristemente" porque la fama le vino de la mano de sus destetamientos en películas que prefiero no mencionar, propias de la oscuridad artística de esa época que conocemos como Transición).
Un breve apunte sobre el mito de la misoginia del director: existe en el film una escena bastante controvertida. Un macarra va a abusar de Isela Vega, pero se da cuenta que no puede y se retira. Sorprendentemente, esta le sigue y le pide, por favor, que lo haga. Esto ha sido interpretada de muchas maneras, especialmente "son todas unas putas". El caso es que yo no lo veo así. El papel de Isela es el de una santa en la indigencia, una mujer de piedad y amor infinitos. ¿Por qué hacer algo así? Yo creo que ella siente pena de aquel violador frustrado, y su ambigua reacción no es más que un acto de misericordia. Luego, la escenita en que la mujer de Dustin Hoffmann disfruta al ser violada en Perros de paja, esa, ya es otra historia... .
En resumen: mafiosos cabreados, mocitas embarazadas, perdedores, tiros, suciedad, sudor, alcohol, violación de rituales ancestrales, ladillas, delirios diversos, derrapes, desiertos, nihilismo, pesimismo, romanticismo, emoción, tragedia, dignidad, lealtad... . Quiero la cabeza de Alfredo García es un film 100% Peckinpah, una obra maestra absoluta de uno de los últimos grandes genios del cine. A pesar de su evidente marginación dentro de la filmografía del director de Grupo salvaje, Pat Garrett & Billy The Kid o Perros de paja, esta es otra entrega de cine único, personal, cinematográficamente magistral (Atención al montaje). Una de las cumbres de un autor que nos brindó, durante unos cuantos años, un puñado de obras maestras hechas con las entrañas. Pocas veces la derrota ha resultado tan poética.

4 comentarios:

Horrorscope dijo...

Ardo en deseos por verla, por eso no he leído su crónica.

Mycroft dijo...

No es en modo alguno una obra menor. En Sin City se la plagia/homenajea en la escena de Clive Owen hablando con la cabeza. Qué decir de la pirotecnia final. El personaje de Warren Oates busca una salida, pero aquí no hay salida para nadie, parece decirnos Sam. Estupenda crónica.

Anónimo dijo...

La he leido , y la verdad es que me interesa bastante .

Ólvídate de las utopias . La sinarquía no es algo relativamente imposible . ¿ Sabes cual fue la primera utopía de la humanidad ?

Norboskoso_oscilante .

Horrorscope dijo...

Ya la he visto y sin duda es otra obra maestra de mi Dios. La canción de Def Con Dos, un clásico como el grupo, cuánto homenaje a la cultura de derribo dedicó ese grupo.
Me jode que la gente se quede con lo de la misoginia, pues el nunca trata de retratar personajes caballerosos en modo alguno, incluso cuando lo son acaban cruzando la línea ("Perros de Paja"), pues el cine de Sam Peckinpah es la decadencia humana, el sudor y el desierto en un abismo nietchzcheano. Y por cierto, que genial el Krish Kristoferson como macarra achantao.
Me jode haber tardado tanto en ver una película que sin duda estará entre mis favoritas.